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Cómo se logra la continuidad del hormigón cuando una estructura se construye por fases

En el mundo del hormigón armado, pocas cosas impresionan más que ver cómo un edificio se levanta poco a poco: planta a planta, forjado a forjado, como si fuera una partitura bien ejecutada. Pero detrás de esa armonía hay un detalle técnico clave que garantiza la solidez y la durabilidad de toda la estructura: las juntas de construcción.

Son esas zonas donde el hormigonado se interrumpe —porque el día se acaba, porque el camión no llegó a tiempo o porque el proyecto está diseñado para ejecutarse por fases— y debe retomarse más adelante. Si no se tratan correctamente, pueden convertirse en la grieta invisible que, con el tiempo, da problemas. Pero cuando se ejecutan bien, permiten que el edificio siga siendo un único bloque de hormigón sólido y continuo.


¿Qué es exactamente una junta de construcción?

Una junta de construcción es el plano que separa dos vertidos de hormigón realizados en momentos distintos. No es una fisura ni un defecto: es una interrupción prevista o inevitable del proceso constructivo. La clave está en cómo se prepara y trata esa superficie antes de continuar el hormigonado, para lograr que ambas partes trabajen juntas como si fueran una sola.

Jiménez Montoya, en su clásico Hormigón Armado (16ª edición), lo resume de forma impecable: "El hormigón nuevo debe adherirse perfectamente al antiguo, de modo que ambos trabajen como un solo bloque." Esa frase condensa el objetivo fundamental del tratamiento de juntas.

Cómo se da continuidad al hormigón entre fases

La práctica profesional recomienda una serie de pasos esenciales para asegurar esa unión monolítica:

1 Planificación de la junta

Antes de hormigonar, conviene definir dónde se producirá la interrupción. El lugar ideal es aquel donde los esfuerzos (especialmente el cortante) son mínimos. Por ejemplo, en una viga, suele colocarse próximo a 1/4 de luz — donde los esfuerzos cortantes y de flexión son moderados; en muros, a media altura; y en losas, en zonas de compresión.

2 Preparación de la superficie del hormigón viejo

Cuando llega el momento de continuar, la superficie del hormigón ya endurecido se pica ligeramente hasta dejar el árido grueso a la vista. Así se consigue una adherencia mecánica más fuerte. Luego se limpia cualquier resto de polvo, grasa o desencofrante y se satura con agua, evitando que el soporte absorba el agua del nuevo vertido.

3 Aplicación de un puente de unión

Justo antes de verter el nuevo hormigón, se aplica una lechada de cemento o un adhesivo epoxídico. Este material actúa como un "pegamento" entre el hormigón viejo y el nuevo, garantizando una adherencia química además de la mecánica.

4 Continuidad de las armaduras

Las barras de acero son el verdadero hilo conductor entre las dos fases. Deben prolongarse o empalmarse de forma que atraviesen la junta, asegurando la continuidad estructural. Si quedaron "barras de espera", se limpian y enderezan antes del nuevo vertido.

5 Hormigonado y vibrado cuidadoso

Durante el vertido de la nueva fase, el vibrado debe prestar especial atención a la zona de contacto, para evitar bolsas de aire y lograr un perfecto anclaje entre los dos hormigones.


Un ejemplo cotidiano: los forjados por fases

Imaginemos una losa de forjado que no puede hormigonarse en un solo día. Se decide dividirla en dos mitades. Al reanudar el trabajo:

  • Durante el primer vertido se dejan barras de espera sobresaliendo del hormigón, debidamente alineadas y protegidas frente a la corrosión.
  • Una vez endurecido el primer tramo, se pica el borde hasta dejar el árido visto y se limpia a fondo.
  • Se humedece la superficie y se aplica la lechada o adhesivo epoxídico justo antes del nuevo vertido.
  • Si no se dejaron armaduras de espera, puede recurrirse a barras postinstaladas en perforaciones con resina epoxídica, garantizando el anclaje necesario.
  • Finalmente, se coloca el acero de continuidad y se vierte la segunda mitad asegurando el vibrado en la zona de unión.

De este modo, la junta no representa una debilidad sino una conexión controlada que permite transmitir esfuerzos y mantener el comportamiento monolítico del conjunto.


Qué ocurre si no se hace bien

Una junta mal tratada puede parecer inofensiva al principio, pero con el tiempo puede provocar:

Consecuencias de una junta mal ejecutada

  • Fisuras longitudinales visibles o internas.
  • Filtraciones de agua, especialmente en muros de contención o sótanos.
  • Oxidación de armaduras por entrada de humedad.
  • Pérdida de rigidez o capacidad portante en zonas críticas.

Por eso, cada junta debe ser vista como una línea de responsabilidad, no como una línea de separación.


En resumen

La clave está en no ver las juntas de construcción como una interrupción, sino como una transición controlada. Cuando se planifican y ejecutan correctamente, el edificio mantiene su continuidad estructural y su durabilidad a lo largo de los años.

En última instancia, la verdadera maestría del ingeniero reside en lograr que lo que se ejecuta por partes se comporte como un todo: una estructura continua, sólida y duradera, fruto de una planificación cuidada y del respeto por los principios del buen hormigonado.

Marc & Structures